PISA: LOGROS, TAREAS PENDIENTES Y DESAFÍOS DE NUESTRA EDUCACIÓN SECUNDARIA
El Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se focaliza en relevar, cada tres años, el nivel de rendimiento de estudiantes de 15 años de edad que asisten a instituciones del nivel secundario o de educación post-primaria, tanto de gestión estatal como de gestión privada y de los ámbitos rural y urbano. Las áreas de conocimiento en que PISA indaga son lectura, matemática y ciencia, y lo hace evaluando las competencias que los estudiantes ponen en juego a la hora de resolver situaciones problemáticas.
En la edición 2009, participaron 65 países, con un total de 470 mil estudiantes.
En el ranking mundial de 65 países, Shangai, Corea del Sur, Finlandia, Hong Kong, Singapur y Taiwán obtuvieron las mejores calificaciones. Perú y Chile son los países que más han mejorado en el tiempo, mientras que Brasil se encuentra entre los diez países que más subieron su puntaje.
La Argentina es el segundo país, luego de Irlanda, que más descendió en el ranking. Obtuvo 398 puntos en lectura, 388 en matemática y 401 en ciencias, puntajes que nos ubican en el puesto 58º (en la evaluación 2006, estábamos en el puesto 53º). Entre los países de América Latina, sólo superó a Panamá y a Perú en comprensión de lectura. Otro rasgo de los resultados obtenidos por la Argentina es la enorme disparidad que presenta en el rendimiento de las escuelas y entre los alumnos evaluados –escuelas y alumnos con puntajes muy altos, y también muy bajos-, cuestión que se relaciona directamente con la segmentación social y educativa.
Si bien los últimos puntajes fueron muy bajos, muestran una mejoría respecto de los obtenidos en 2006, aunque, en el caso de la evaluación en matemática, todavía no se vuelven a obtener los puntajes alcanzados en el año 2000.
¿Por qué consideramos que los resultados PISA son relevantes para nuestro país? Desde Cimientos, creemos que su validez no reside en “el puntaje” en sí, sino que estas pruebas resultan relevantes para realizar diagnósticos comparativos respecto de nosotros mismos a lo largo del tiempo, y para comparar los resultados obtenidos con el resto de los países en un año determinado y a través del tiempo.
Al interpretar los datos de estas pruebas hay que tener en cuenta que el PISA, como toda instancia de evaluación, selecciona dimensiones e indicadores considerados importantes, pero recortan la realidad: por ejemplo, ¿por qué evalúa comprensión lectora y no capacidad de expresión? Asimismo, la metodología de tests estandarizados tiende a uniformar los estímulos pero no capta la diversidad. Hay dimensiones de calidad de aprendizajes, como creatividad o habilidades no cognitivas, y más aún, dimensiones sociales, como solidaridad o formación como ciudadano responsable, que están fuera de este tipo de investigaciones. Además, cada país parte de determinadas realidades socio-educativas que incluyen, entre otras cuestiones, la determinación de contenidos curriculares para cada nivel educativo y que se adecuan en mayor o menor grado a este tipo pruebas.
También los resultados tienden a ser considerados como indicadores de la calidad del sistema educativo de países que parten de realidades bien diferentes. Por ejemplo, por la explosión de la matrícula de la educación secundaria de países de América Latina, sus estudiantes son muchas veces la primera generación que concurre a ese nivel educativo, lo cual genera un prolongado proceso de crisis en el sistema que debe volver a pensar el formato de su escuela secundaria para que ofrezca las condiciones pedagógicas necesarias para el aprendizaje de todos.
Otro elemento importante que revela la diferencia existente entre los países que integran la muestra es que los sujetos de estas pruebas son específicamente los chicos de 15 años escolarizados, sin tomar en cuenta los años de estudios. ¿Es adecuado comparar los resultados de Reino Unido, donde todos los chicos de 15 años tienen 10 ó más años de estudios, con los de Uruguay o la Argentina, cuyas muestras tienen más de 35% de chicos con menos de 10 años en la escuela?
Más allá de estas salvedades, que nos permiten entender realmente en qué consisten estas pruebas, su validez y sus limitaciones, desde Cimientos entendemos que constituyen instrumentos con rigurosidad metodológica, que indican niveles de rendimiento de los estudiantes en competencias vinculadas con la lectura, la matemática y las ciencias, y que, a modo de termómetro, nos revelan ciertos síntomas acerca de la educación que ofrecemos y nos permiten tomar decisiones al respecto. Ninguna evaluación se justifica por sí misma, sino en relación con la retroalimentación que provee para la toma de decisiones. ¿Qué aporte le hace la lectura de los resultados del PISA a cada docente respecto de su enseñanza, a cada escuela respecto de su proyecto educativo, al Estado, desde su responsabilidad de diseñar políticas educativas inclusivas? ¿Y qué nos aporta a las organizaciones de la sociedad civil que trabajamos para que todos los chicos reciban una mejor educación? Reflexiones que se vuelven necesarias para dotar de sentido a los números y para no inmovilizarnos en el desaliento, sino para generar nuevas propuestas educativas que colaboren con la mejora de los aprendizajes que realizan los chicos en la escuela secundaria.
FOTO: Archivo San Javier en Reflejos
FUENTE: Cimientos